Ya no puedo… no soy capaz.
Siempre he estado acostumbrado a escribir tragedias, sueños imposibles, deseos y lamentos. Pero hoy no puedo.
Te echo de menos. Mucho. Desde aquel día han resbalado muchas lágrimas por m cara, más lágrimas que gotas de lluvia la última tarde de Abril. Te sigo recordando en cada recoveco de esta casa, en esos actos insignificantes. Pero he aprendido a seguir caminando, aún cuando duela. Una persona nunca muere verdaderamente hasta que se la olvida, por eso siempre estarás conmigo. Sé que brillas en lo alto y que desde ahí me cuidas, como me decías cuando era un niño. Gracias por todo, por lo que hiciste y por lo que sigues haciendo, porque muchas veces me das fuerzas para continuar, para seguir jugando a este juego llamado vida. ¿Y sabes que? Soy feliz. Muy feliz. Es una lástima que no le hayas conocido… es un gran chico, estoy seguro de que te gustaría para mi, aunque solo fuera por el hecho de que es él quien ahora me hace sonreír. Decidí que ahora es él la persona por la que quiero luchar, porque ya no puedo combatir más a mis recuerdos. Quiero dedicarle cada segundo de mis días, darle todo el cariño que aún guardaba y cuidarle como tu me enseñaste a hacer. No se en qué momento pedí este deseo infantil, de encontrar a mi príncipe azul, pero por hacer mis sueños realidad doy las gracias, ya sea al destino, a las velas, a las estrellas fugaces o a ti, que eres la estrella que brilla con más fuerza.
Espero que estés bien, rodeada de todas aquellas personas de las que me hablabas y nunca llegué a conocer. Te echo mucho de menos, así que habrá que ser paciente y esperar a que volvamos a reunirnos. Gracias a ti ya no le temo a la muerte, porque en realidad el miedo que siempre he tenido ha sido el de la soledad… y se que no estaré solo.
Esté donde esté y con quien esté, seguiré contigo.
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