Me gustan tus ojos. A veces son verdes, otras se ven marrones. Tengo suerte de que no sean azules, para no compararlos con el cielo ni el mar. Tus ojos son especiales, lo pienso siempre que te miro.
Imagina un roble visto desde el interior de la Tierra. Su interior, un agujero negro, ese interior negro que no se puede ver. Y alrededor, las ramas castañas que se extienden en su copa, terminando en ese verde que tienen los árboles al acabar el verano. Y cuanto mas lo ilumina el sol, en un eclipse ocular, mas verde se vuelve.
Me hubiese tumbado en la ladera de tus mejillas, a la sombra de tus ojos y haber esperado un diluvio. Hundir las manos en la tierra mojada, y dar una bocanada de vida. Esperaría un rayo, o esperaría hasta el fin de nuestros días, y moriría feliz en ti, porque para mí eso era vida.
Abandonar la vida en un suspiro mientras te miro, sabiendo que todo mereció la pena, que toda daba igual, por muy mal que fuera lo demás.
Bastaban tus ojos mirando los míos.
Bastaban tus ojos mirando los míos.