Psycho Factory

Nunca termina, este eterno lunes.
Que quedará de mí, ¿hay algo más que pueda envasar?
No me queda felicidad, ni cólera, ni ilusión,
toda se la llevó esta cadena de producción.

Ni siquiera tentación de untarme los dedos
con todos esos hilos de sueños rotos,
que rebosan sobre los engranajes de hierro,
que se arremolinan entre las cadenas de acero.

Me mata, me mata este lugar.
Me mata su ruido constante.
Me mata sus patrón interminable.
Me mata la monotonía que hay en este aire.

Me mato, cada vez que me envaso,
cada vez que me quedo sin parte de mi tiempo,
cada vez que merman mis sentimientos,
cada vez que meto en cajas 812 gramos de recuerdos.

Por ahí se va, y me da igual, parte de mi amor.
¿Pobre de mí, que me quedé sin él?
No, pobre de aquél para el que vaya a ser,
porque eso ni es amor, ni es querer.

Y cuando no me puedan succionar nada más,
en un palot de destrío arrojado,
¿será también esperanza, como Pandora,
lo único que extraerán de mi cuerpo machacado?

No, cuando uno no tiene nada mas que dar,
solo miedo será lo que albergue el corazón,
de aventurarse solo y a ciegas en la oscuridad final
esta fábrica hará de nuestro temor el más suculento licor.


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Ojos verdes.

"Ojos verdes". Un título demasiado genérico, como la letra de cualquier canción de pop español, un título que no dice nada, y sin embargo puede que sea de lo mas extraño que te vayan a decir nunca.

Me gustan tus ojos. A veces son verdes, otras se ven marrones. Tengo suerte de que no sean azules, para no compararlos con el cielo ni el mar. Tus ojos son especiales, lo pienso siempre que te miro.

Imagina un roble visto desde el interior de la Tierra. Su interior, un agujero negro, ese interior negro que no se puede ver. Y alrededor, las ramas castañas que se extienden en su copa, terminando en ese verde que tienen los árboles al acabar el verano. Y cuanto mas lo ilumina el sol, en un eclipse ocular, mas verde se vuelve.

Me hubiese tumbado en la ladera de tus mejillas, a la sombra de tus ojos y haber esperado un diluvio. Hundir las manos en la tierra mojada, y dar una bocanada de vida. Esperaría un rayo, o esperaría hasta el fin de nuestros días, y moriría feliz en ti, porque para mí eso era vida.

Abandonar la vida en un suspiro mientras te miro, sabiendo que todo mereció la pena, que toda daba igual, por muy mal que fuera lo demás. 

Bastaban tus ojos mirando los míos.
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