Existen batallas sin sentido. La gente lucha y guerrea, y ni siquiera sin saber por qué. En realidad no es que existan guerras sin razones, las razones se pierden en el tiempo. El enfrentamiento que comienza por la defensa de intereses se desvanece con el pasar de los años, dando a lugar a una guerra de honor en la que hijos heredan el espíritu de lucha de padres.
En medio de una guerra de honor nací yo, en las afueras de una ciudad devastada. Bajo mis pies se extendían kilómetros de aridez, sin una maldita brizna de hierba a la vista. Sin aire ni agua, al amparo del abrasador sol de Julio nací yo. Nací el día que Tusep me pensó, bajo la sombra de una enorme roca de aquel desierto. Se cansó de jugar a lanzar guijarros al vacío, y llorando su desgracia, maldiciendo esa guerra que se le escapaba de las manos, nací. Pensó en mí, en alguien con quien jugar los largos días de verano, alguien a quien poder contarle sus sueños de gloria y sus temores más profundos… alguien a quien tener, simplemente. Y con un “¿Quieres jugar?” comenzó nuestra historia.
Y a partir de ese día todo cambió. Pasábamos el tiempo echando carreras a través del desierto, aunque sólo fuera para sentir algo de ese viento que no se movía, y moríamos en nuestro agotamiento hasta que quedábamos dormidos sobre la tierra. El lanzamiento de piedras nunca fue tan emocionante hasta aquellos días. Jugábamos a superarnos por momentos. Una vez incluso llegamos a golpear al sol poniente, para hacerle saber que nos ardían sus abrazos. En otra ocasión nos levantamos en medio de la noche, y tiramos piedras hacia el espacio sideral con la esperanza de que un día se convirtieran en luminosas estrellas. Vivir en la sequía puede ser lo más difícil y tedioso que alguien pueda imaginar… ¿pero qué importa como sea la vida, si lo importante es tener con quien compartirla?
Pasaron los años, y una mañana nos despertó el estruendo de una escuadra de buques de guerra que surcaba los cielos. Tusep quedó absorto contemplándolos, y entonces dijo “¿Sabes? Creo que la vida es algo más que esto. Más que dejar que pasen los días corriendo sobre la miseria. Más que esperar a algo que cambie mi vida. Si no tomo las riendas de mi camino, la vida cabalgará tan rápido que ni siquiera me dará tiempo a darme cuenta de ella. Quiero hacer algo, hacer una muesca en la historia, que todos recuerden que esta vida fue mía… pero sobre todo, que supe vivirla”.
Acto seguido, cogió lo poco que tenía y puso rumbo a la capital de la región. El camino fue tan arduo como largo, con peligros que acechaban a cada suspiro, como si el destino nos estuviera poniendo a prueba… pero codo con codo pudimos superarlo todo.
Siempre imaginamos como sería el fin del mundo, y en nuestro viaje lo alcanzamos… al menos, en lo que hasta ahora había sido nuestro mundo. ¿Qué cómo era? En realidad, es algo inexplicable. La delicada arena se mueve en oleadas, sin saber de cierto cuando el suelo deja de ser arena para dar cabida al espejo del cielo al que llaman “mar”. Y así, caminamos sobre el borde del fin del mundo hasta llegar a la gran ciudad.
Antes de atravesar el umbral de la ciudad, Tusep se dirigió a mí: “Hemos recorrido lenguas de fuego durante días. Cada noche, la fría muerte nos invitaba a dejar la vida. Abandoné todo lo malo que conocía, porque creo que hay demasiado bueno por conocer. Pero tú, ¿por qué viniste?”
“Yo me fui porque tú te ibas.”
Nunca supe a qué se refería con “hacer una muesca en la historia” hasta que me encontré alistado en la armada. Ser un guerrero de honor, de esos que anteponen su voluntad ante cualquier circunstancia, sin pensar en consecuencias. Tusep conoció a mucha gente… se hizo rápidamente amigo de muchos. Todos eran un mundo, con sus pros y sus contras, aunque nadie tenía un amigo como yo. Incluso llegó a conquistar el amor de una hermosa lugareña.
Y entre unos y otros, Tusep comenzó a olvidarme. Siempre fui invisible, pero ahora era otra sensación. Poco a poco comencé a desvanecerme, este mundo ya no era el mío. Cada vez más me sentía fuera de lugar… y acabé afrontando la cruda verdad de que ya no me necesitaba. Finalmente, me sumergí en el espacio de la inexistencia…
En un mal momento, un par de años más allá, el destino me dejó volver junto a él. Volvió a pensar en mí, cuando conoció las atrocidades de las guerras de honor. Cuando conoció que los peores enemigos no están en el otro lado del frente, sino a tu lado en la trinchera. Cuando supo que de amor también se sufre. Cuando conoció el abandono, la traición y la deslealtad. Cuando él estaba solo, volví.
- Soledad, ¿qué haces tú aquí?
- Vine, porque te volviste a acordar de mí. Ahora me recuerdas, cuando estás solo, cuando no hay nadie que juegue contigo a tirar piedras, ni a quien confesarle tus sueños y tus penas. Recorrimos juntos todo el camino, pero tú me dejaste marchar.
- ¡Te eché de mi vida porque ya no te necesitaba! Dejé atrás los borrosos años de fantasmas de fantasías. Dejé atrás la ruina. ¡Tomé las riendas! Y pude saborear el amor, la amistad… ¡la amistad real!
- Cariño, no hay nada más real que tú, yo y este momento. La realidad es que en esta vida estás solo, y tu única compañía soy yo. Podrás olvidarme por momentos, pero siempre viviré en tu recuerdo. Conoces el dolor tan bien como me conoces a mí, y puedes intentar engañarte… pero lo sabes. Sabes que el auriga de nuestra historia nunca fuiste tú.
Y para que no te olvides de mí, aquí te dejo un presente. Es nuestra historia redactada, para que nunca olvides todo lo que hemos pasado. No te acuerdes de mí únicamente cuando estés solo…
Recuérdame en tus mejores momentos, porque siempre querré volver a verte.