Te pasas la Vida esperando a que pase Algo y lo único que pasa es la Vida
Hoy es un día gris, otro día gris, uno de esos en los que apetece morir.
Se sentó en el borde de la cama, mientras las lágrimas afilaban su navaja.
Sabe que la gente espera mucho de él, y lo intenta
y siempre se queda en el intento, es una decepción.
A cada paso que da comete otro error,
si toma una elección, nunca es la mejor elección,
si no falla a unos, falla a otros, pero siempre se falla a sí mismo.
Que vida más triste, si no confía en nadie, y menos aún en él.
Sabe de sobra que no quiere vivir, pero no puede morir
porque heriría a quienes no esperan eso de él.
Lo ideal sería no haber nacido, no haber dejado huella,
pero eso es imposible… utópico, fantástico, términos prohibidos.
Y siempre es lo mismo, no es quien quiere,
gordo y feo, intenta ser simpático y no cae bien a nadie,
quiere ser como el vecino de enfrente, como el chico de la tele,
quiere ser cualquiera, cualquiera menos él.
Sabe que sobra, que siempre ha sido una carga para todos…
Está atorado en una vida que no quiere vivir,
soportando el peso del mundo sobre sus hombros.
¿Quién dijo que los pecadores no van al cielo?
Puedo darte siete motivos, por los que,
durante estos siete meses,
he estado en el séptimo cielo.
He pecado, mucho.
He pecado de Gula, por querer comerte enterito,
porque me alimento a base de ti y nunca es suficiente,
por querer comerte cada día un poco más,
por haber probado algo tan dulce
que prohibido debería estar.
También peco de avaricia
porque te quiero solo para mí,
sólo yo quiero ser tu dueño,
que de esa boca salen mis besos,
y son para mí, y sólo para mí, como tus sueños
te amo, y sólo yo quien te ame ser quiero.
Y peco de envidia,
envidio a los que te rodean si no estoy contigo,
envidio, mucho, a los que te hacen feliz
cuando yo no estoy para poder hacerlo
y envidio, a los que disfrutan contigo
cuando yo no puedo estar testigo entre ellos.
Me vuelvo perezoso, me invade la acidia,
siento, que no merece la pena si no es junto a ti,
mi primer motor, el ánimo que necesito cada mañana
para poder levantarme de la cama,
que si no… que si no estoy perdido
y me pudre la apatía y tristeza que espantas.
Y me llena de Ira, me cuece la sangre,
cuando la felicidad no corre por su cauce,
porque nuestro amor no es libre, lo se, por ellos,
maldigo a los que no nos quieren,
a todos aquellos que miran con recelo lo que siento,
venganza y resentimiento, dolor a todos ellos.
Y sobre los pecados de lujuria,
mejor preguntarle a las paredes que callan,
a la luna que morbosa nos observa nocturna,
enroscados en las sábanas de tu cama,
exhalando pasión sobre la almohada,
a ellos preguntadle esos secretos que mi alma guarda.
Y por último, de soberbia pecador,
por gritar que eres mi niño, que por ti todo lo doy,
que sepan que te amo y me amas, vanidoso soy,
por amar a alguien como tu orgulloso me siento,
que vean y miren, que eres lo mejor que tengo,
que con tu presencia a mi lado yo me completo.
Cada vez que peco, más feliz me siento.
Todo, siempre, junto a ti, por ti y para ti,
eres causa y consecuencia de mis acciones.
No necesito alas para volar,
ni necesito volar para sentir esa altura,
sólo te necesito conmigo para seguir escalando cielos,
que hay mucho que ascender, infinito es el cielo,
tan infinito como el amor que tenemos.
Gracias, Eva, por enseñarnos a morder la tentación.
Gracias, Iván, por enseñarme a vivir.